jueves, 9 de octubre de 2014

PANDEMIA


Ante la avalancha informativa que tuvimos el día de ayer, no cabe más que hablar un poco sobre ello. Desde luego, hablo con la razón y un poco influenciada por los sentimientos de rabia e impotencia que me embargan.

Hay en los medios, múltiples críticas sobre la actitud de mucha gente por el sacrificio de Excálibur, el perro de la enfermera infectada por el virus del ébola. Es obvio, que mi opinión les va a importar un comino al personal, pero como este blog es mío y en él pongo lo que creo que es importante para mi persona y el público que me sigue, ahí va mi exposición.

Ayer murieron en África 121 personas por el virus, nadie habló de ello, pasó ante los medios de información de puntillas y todo se centró en lo que importa, que no nos llegue esta pandemia y que se erradique de la forma que sea; si hay que sacrificar un perro, que se sacrifique, lástima que esté mal visto hacerlo con un ser humano, si no, otro gallo cantaría.

Aquí, todos se dedican a quitarse de encima las culpas, veo en el televisor sus caras descompuestas, excusando sus actuaciones, improvisando mentiras, sacudiéndose las acusaciones como si de un escupitajo mal echado les hubiese caído en sus personas y sigo sin escuchar una sola palabra de disculpa, una frase en la que admitan su error y que transmitan al personal un poco de sentido común y humildad.

En un país en el que lancear toros, tirar cabras de campanarios y atar patos y gallos a las cucañas está al orden del día, era de cajón que la única salida que vieran para tratar el molesto asunto del perro fuera su sacrificio; ya se sabe el dicho “Muerto el perro, se acabó……” lo malo, es que aquí lo único que acaba, son años de amor y compañía con un ser que es más que un animal, es uno más de la familia. Pero claro, un gobierno que niega las tarjetas sanitarias a los más necesitados, se dedica a erradicar las ayudas a los dependientes, se cree que con cintas carroceras en las mangas van a parar lo que en África llevan décadas de lucha; va a tener un mínimo de sentido común y dedicar un poco del presupuesto a evaluar el posible contagio del animal, andamos apañados.

Culpables… Pufff, pongámonos todos. El primero este cutre salchichero presidente del gobierno que para darse bombo ante el mundo, dando un espectáculo mediocre de estar por encima del miedo y la cordura, consiente traer a dos infectados del peor virus que existe, en vez de mandar a la zona y así evitar la posible propagación de este, a algún experto para tratar a los enfermos “in situ”.

 La segunda, esta impresentable ministra de sanidad, a la que yo denominaría de insalubridad, por haber permitido este traslado. Por no haber tomado las medidas adecuadas. Por no haber sopesado las consecuencias. Por no haber previsto lo que nos ha  caído. Tal vez estaba demasiado ocupada comprando serpentinas para celebrar los logros de su gestión.

 Y por no alargarme en este decálogo de equivocaciones, vamos a ponernos todos. Por haber consentido este traslado. Por no haber luchado con todas nuestras fuerzas y nuestros políticos en la oposición deberían haber puesto un poco más de hincapié en impedir esta sinrazón.

 Y ahora se echan campanas al vuelo con una posible vacuna en la que están involucradas unas cuantas compañías farmacéuticas que no han querido sacar su nombre a relucir, no sé porqué será, y que estoy segura estarán frotándose las manos sus accionistas. La pena que me embarga es ver cómo las pandemias en el tercer mundo no les importa a nadie y cuando vemos que puede afectarnos en nuestros dominios, toda la maquinaria para frenarla y erradicarla se pone en marcha.


Cinco minutos de silencio por un pobre perro que no tenía culpa de nada y un mirar hacia otro lado por un continente que muere por la dejadez, la contaminación, las hambrunas, el robo de sus riquezas naturales por las grandes multinacionales, las guerras…. Pero eso sí, que no salten nuestras vallas, que la miseria, las enfermedades y el hambre no cruce nuestras fronteras.