martes, 16 de septiembre de 2014

EN QUÉ MOMENTO

  Estoy intentando recordar en qué momento perdimos la inocencia, la naturalidad y el derecho a tenerla.

  En qué momento los encuentros en tu plaza de toda la vida, en la que jugaste de niña, en la que te robaron el primer beso; la misma a la que acudías para protestar y celebrar un acontecimiento....

  Pasaron a ser delito.

  En qué momento, los paseos por la playa al amanecer acompañada de tu amigo de cuatro patas; las canciones alrededor de una fogata, guitarra en mano, desafinando la espontaneidad y la razón de la juventud; los sueños resguardados por el vaivén de las olas....

  Pasaron a ser delito.

  En qué momento, el derecho a vivir, a buscarse la vida; prestar un servicio y cobrar por él; trabajar sin declarar lo percibido, ya que cotizar a la Seguridad Social conlleva un coste abusivo y excesivo para quien hace un par de chapuzas al mes y debe alimentar una familia....

  Pasaron a ser delito.

  En qué momento consentimos a los bancos arruinar nuestras vidas y nuestros sueños; les dejamos echarnos de nuestros hogares e hicieron de nuestras calles sus dominios, prohibiendo acampar en ellas, desplazando tu desgracia al extrarradio, donde las miradas no llegan, donde las penas se esconden y protestar, denunciar y exhibir tus miserias....

  Pasaron a ser delito.

  En qué momento él dinero acaparó la libertad.

  En qué momento consentimos amordazar él progreso.

  En qué momento dejamos que pisotearan nuestro recuerdo.

  En qué momento los sueños dejaron de ser posibles.

  En qué momento él ladrón pasó a ser político.

  En qué momento la usura dominó los mercados.

  En qué momento las desgracias de muchos se convirtieron en la panacea de unos pocos.

  En qué momento él delito... Dejó de serlo.

 

lunes, 8 de septiembre de 2014

CAMBIEMOS LAS FORMAS

 Estoy leyendo la prensa y detecto por activa y por pasiva una auténtica ausencia de cordura en las noticias. Denuncian con grandes aspavientos la supuesta invasión en nuestras costas de una orbe de moros, cuchillo en mano, dispuestos a utilizarlos si nuestras bocas no emiten sonidos de renuncia al Cristianismo y recitan con verdadera fe la Shahada.

  Me hace recordar las historias que contaba mi padre cuando en la guerra civil la gente huía despavorida cuando amenazaban con la llegada de los moros. Esto no hace más que confirmarme la ausencia de cultura y conocimiento de las otras vidas que habitan al otro lado del charco.

  Confundir terroristas, asesinos, criminales, piratas, mercenarios y un sin fin de apelativos con personas que tienen como única misión en la vida, trabajar para mantener su familia, estudiar para ser algo o alguien en el futuro y llevar mejor o peor unos preceptos religiosos comparables a los de cualquier cristiano de a pie, es un atentado a la cordura y la paz en nuestros barrios.

  Ni siquiera se paran a analizar las criminales imágenes, no despejan dudas sobre las víctimas, musulmanes en su mayor parte, porque kurdos y cristianos han huido ante el inminente asedio.

  Todos somos el enemigo, TODOS, los extremismos sólo dan paso al odio. El paro, el hambre, la desesperación hace que te agarres a quien te tiende la mano en tu desgracia y esta mano suele venir acompañada de pequeñas permutas en tus ideas, de pequeños susurros en tus oídos que poco a poco horadan en tu dignidad y hacen del odio al diferente tu principal vía de escape.

  Ejemplos todos los que quieran, la ponzoña del odio hace mella en todas las culturas, ya sean milenarias como las de Grecia con su amanecer dorado que tiñe de sangre todo lo que toca, nuestro nuevo centro social ramiro de ledesma en el barrio de Tetuán, una zona en la que los inmigrantes siempre han vivido en plena cordialidad con sus vecinos, a los movimientos ultraconservadores islámicos que se instauran en barrios conflictivos como el Príncipe de Ceuta, ya que son los únicos que ofrecen ayudas y salidas a sus habitantes.

  Este es el truco, no hay otro, si evitásemos conflictos, si asegurásemos la sanidad, la comida, el calor en el invierno, los estudios a nuestros hijos, las necesidades primarias….

  Si diéramos seguridad, obtendríamos tranquilidad y gratitud.


  Empecemos a cambiar las formas y quien quiera tener su nombre propio con mayúsculas, que se lo gane.