HABÍA UNA VEZ UN CIRCO
Comienzo este escrito acompañando el pensamiento con sones
lejanos que rememoran al circo.
No hay mas que asomar los hocicos al mediático mundo
político, para ver las cabriolas y equilibrios que se gastan en mítines y salidas
para relacionarse con la casta del populacho ( perdón por lo de casta, pero en
su acepción de pureza e ingenuidad, me viene al pelo).
Nunca pensé que un grupo de saltimbanquis y
charlatanes de feria podrían embaucar e idiotizar a tanta gente, sin olvidar a
esos pretendientes a Operación Triunfo que hieren nuestros ojos y oídos con sus
danzas y canciones rituales intentando llevarnos al huerto; mejor dicho, su
huerto; lleno de promesas e ilusiones cual dádiva presta a solucionar nuestros
anhelos.
Sigamos con las fieras disfrazadas de
conejitos que esconden sus dientes para enseñarlos en sus propios conflictos
legales, digamos de intereses económicos o de poder. Nada más indignante que
recriminar a una lideresa, donde puede o debe aparcar. ¡Hasta aquí podemos
llegar!
Llegó el momento de la magia,
prestidigitadores de la palabra y los sentidos. Nadie maneja el engaño como sus
excelentísimas señorías, ya que convertir la realidad en pura ilusión óptica
haciendo desaparecer en un momento años de penurias, abusos de autoridad,
mordazas a la protesta, desahucios, criminalizar las reuniones pacíficas,
desmantelar la cultura, la sanidad, engañar con preferentes. Gurtel, Eres….
Sólo los buenos magos saben como hacer para que miren a otro lado cuando esconden
sus cartas y nosotros ¡Oh, simples mortales, caemos una y otra vez!
Y como colofón a este circo, ya de muchas
pistas, aplaudimos para recibir a los payasos, disfrazados de dulces e
inocentes personajes que esconden tras sus maquillajes, discursos ridículos de
salvación y cambio. Reímos con ellos sus desplantes. Aplaudimos hasta que
duelen las manos sus sandeces. Y vitoreamos hasta el éxtasis sus
descalificaciones.
Como decía
Don Quijote:
La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad
la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño
ya es demasiado tarde.
Por desgracia 400 años no es nada para
aprender de la experiencia.