lunes, 18 de mayo de 2015

HABÍA UNA VEZ UN CIRCO

HABÍA UNA VEZ UN CIRCO


  Comienzo este escrito acompañando el pensamiento con sones lejanos que rememoran al circo.

  No hay mas que asomar los hocicos al mediático mundo político, para ver las cabriolas y equilibrios que se gastan en mítines y salidas para relacionarse con la casta del populacho ( perdón por lo de casta, pero en su acepción de pureza e ingenuidad, me viene al pelo).

  Nunca pensé que un grupo de saltimbanquis y charlatanes de feria podrían embaucar e idiotizar a tanta gente, sin olvidar a esos pretendientes a Operación Triunfo que hieren nuestros ojos y oídos con sus danzas y canciones rituales intentando llevarnos al huerto; mejor dicho, su huerto; lleno de promesas e ilusiones cual dádiva presta a solucionar nuestros anhelos.

  Sigamos con las fieras disfrazadas de conejitos que esconden sus dientes para enseñarlos en sus propios conflictos legales, digamos de intereses económicos o de poder. Nada más indignante que recriminar a una lideresa, donde puede o debe aparcar. ¡Hasta aquí podemos llegar!

  Llegó el momento de la magia, prestidigitadores de la palabra y los sentidos. Nadie maneja el engaño como sus excelentísimas señorías, ya que convertir la realidad en pura ilusión óptica haciendo desaparecer en un momento años de penurias, abusos de autoridad, mordazas a la protesta, desahucios, criminalizar las reuniones pacíficas, desmantelar la cultura, la sanidad, engañar con preferentes. Gurtel, Eres…. Sólo los buenos magos saben como hacer para que miren a otro lado cuando esconden sus cartas y nosotros ¡Oh, simples mortales, caemos una y otra vez!

  Y como colofón a este circo, ya de muchas pistas, aplaudimos para recibir a los payasos, disfrazados de dulces e inocentes personajes que esconden tras sus maquillajes, discursos ridículos de salvación y cambio. Reímos con ellos sus desplantes. Aplaudimos hasta que duelen las manos sus sandeces. Y vitoreamos hasta el éxtasis sus descalificaciones.

Como decía Don Quijote:

  La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño ya es demasiado tarde.

  Por desgracia 400 años no es nada para aprender de la experiencia.