sábado, 17 de marzo de 2012

DERECHOS MÉDICOS

Es bien sabido, que hasta que algo no te afecta, no le das la importancia que realmente puede tener.
Y es la única respuesta lógica que se me ocurre, al ver los desaguisados que están tramando para nuestra trabajada Seguridad Social.
Pienso que estos señores que anuncian a bombo y platillo copagos, cierres de ambulatorios, reducción de personal hospitalario y revisiones de tratamientos y encames, no han sufrido en sus carnes horas de espera en unas urgencias, no sabrán lo que es necesitar un médico de cabecera y tener que esperar varios días para que te atienda. Tendrán aseguradas las atenciones en casa y no apreciarán las clausuras ambulatorias que obligan a los enfermos, muchos de ellos ancianos a desplazarse demasiado lejos para sus medios.
Y me alegro por ellos, pero su situación, no justifica el pretender mermar la asistencia de los demás. La sanidad pública es un derecho que nos hemos ganado a base de mucho esfuerzo, del sacrificio de generaciones que han luchado por una atención justa y completa a sus familias. Es la única que atiende sin ningún tipo de prejuicios, ni de exigencias a la población, cuida y ampara a los ciudadanos velando por su salud o en todo caso se preocupa por darnos una calidad de vida aceptable cuando la enfermedad se ceba con el cuerpo.
Por ello, les pediría que recapacitaran y dieran marcha atrás a sus pretensiones, hay demasiado en juego; la salud. La salud de personas, que no pueden permitirse pagar un seguro médico privado, que han aportado en sus nóminas las correspondientes cuotas para la seguridad social. Sin hablar de los enfermos crónicos que dichas aseguradoras tratan como apestados y cobran tarifas abusivas para darles un servicio deficiente.
Nuestra sanidad pública ha sido famosa en todo el mundo por completa e innovadora, ha sido la envidia de poblaciones que no han sabido ponerla en práctica, ha curado enfermos de todos los estratos sociales, nunca ha preguntado si podíamos pagarla o no; así que no lo hagamos ahora.
Mimemos nuestro orgullo, financiemos sus investigaciones, cuidemos nuestro cuerpo médico, nuestros enfermeros, auxiliares, celadores...
Funcionarios de la salud, servidores de lo humano, la mano que nos consuela cuando el dolor se hace insoportable. No desviemos la mirada ante lo obvio, nuestra sanidad es inmejorable, así que en vez de atacarla y hacer que desaparezca, hagamos de ella bandera y exportémosla al mundo, seguro lo agradecerán y podremos sacarle provecho.

Para todos los que velan por la salud de mi familia y la mía propia.

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