miércoles, 14 de marzo de 2012

EL CANTO DEL SIN HOGAR

Me viene a la cabeza un fandango que cantaba mi padre, como nadie lo ha podido cantar...
Mira si soy desgraciao, mira si soy desgraciao, que tengo que esperar a morirme pa dormir bajo techao....
Siempre que lo escuchaba sentía el vacío del que no tiene nada, ni la compañía de la miseria. Me transportaba a los tiempos de la posguerra y sentía bajo mi piel la pena del que no tiene esperanza en la vida y la soledad es su única compañera.
Nunca pensé que volvería a sentir, el hormigueo del desencanto, viendo como miles de ciudadanos pierden el derecho a una vivienda digna; el que nos da la Constitución; por no poder hacer frente a su hipoteca y que además de perder lo que con tanta ilusión y esfuerzo habían logrado, se les cierra las puertas a una nueva oportunidad, un nuevo comienzo, por seguir hipotecados con los bancos hasta completar la deuda.
Solo hay que mirar las calles y darse cuenta del incremento de ciudadanos que se han visto obligados a vivir en ellas y a tener como único techo un manto de estrellas.
La más absoluta de las pobrezas, se está adueñando de muchas vidas, las está machacando de tal manera que el simple hecho de buscar un trabajo, se vuelve misión imposible, ya que ¿quien contrata a un sin techo?. Se entra en esa espiral de desesperación al verse excluido de ese todo que es la sociedad, que se termina pensando que en realidad no se sirve para nada. Pasas de ser un ciudadano con derechos a un miserable que solo puede depender de la caridad de asociaciones, las cuales al ver sus recursos mermados ante la retirada de las ayudas del estado, están cerrando sus puertas a estos olvidados de la sociedad.
Se limitan a pedir limosnas, que las almas caritativas se apiaden de ellos y con un poco de suerte, poder sacar para sobrellevar el día. Pero esto no puede acabar aquí, porque "al desgraciao" se le está negando hasta el derecho a pedir ayuda, se le pisotea con leyes absurdas que les imponen multas de hasta 1500 Euros por ejercer la mendicidad. No habrá cosas más importantes y urgentes que legislar, pero al pordiosero ni agua, que apretando las tuercas al máximo, conseguimos que emigre y nos quitamos el problema de encima.
No sé donde va a llegar esto, una solución tiene que haber, porque hay en juego muchas vidas, muchas ilusiones, muchos proyectos que pueden quedarse en el camino y con un quiebro cantar al destino una muerte pronta y silenciosa para terminar el sufrimiento que todos pudimos evitar.




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